DEFENDER LA ACUSACIÓN POPULAR COMO INSTRUMENTO DEMÓCRATICO Y GARANTÍA

Si queremos preservar la democracia, el estado de derecho, debemos desde la sociedad civil. desde las organizaciones profesionales, y por supuesto desde los partidos de la oposición, poner todos los medios necesarios jurídicos y políticos para impedir, que pueda aprobarse la ley presentada por el  partido Socialista, para dejar desactivada de facto, lo que conocemos como acusación popular, lo que en realidad, serviría para archivar supuestos casos delictivos, que ahora afectan a personas cercanas al Presidente del Gobierno.

En el fondo, es una ley “ad hoc” para mantener al Gobierno impune ante cualquier ilegalidad denunciada en los medios de comunicación.

Si en España, nuestra Fiscalía no dependiera del Gobierno y fuera totalmente independiente, no sería tan importante mantener esta norma que permite la acusación popular, sin embargo, dada las situaciones que se están viendo por parte de la Fiscalía General del Estado en la actualidad; al pueblo, al ciudadano indefenso no le queda otra defensa de sus intereses generales, que las acusaciones populares por parte de diferentes asociaciones, que en un gran trabajo velan por los derechos  individuales e impiden abusos al poder de turno. Es urgente explicar a los ciudadanos, que sus libertades y derechos pueden estar en peligro, si este proyecto de ley es aprobado, porque en realidad, cualquier escándalo que pueda surgir en algunos de los poderes del Estado, estaría sujeto a que la Fiscalía tomará una decisión al respecto y eso es un riesgo hoy por hoy inasumible para nuestro sistema democrático.

No debemos parar ante este ataque a la democracia, a través de la impunidad del poder. 

UN GOBIERNO SIN “CORAZÓN”

Es un ejemplo claro, de la desvergüenza, falta de empatía y corazón, una calificación personal, que les dejo a su gusto.

Me refiero, a la forma de actuar del Gobierno de España en relación con Venezuela.

Unas elecciones ganadas de forma clara y contundente, como se ha demostrado por parte de la oposición liderada por Edmundo González y un Gobierno de España, que busca escusas para no reconocer su victoria y apoyar a la oposición.

Sin embargo, lejos de ello, acaba de enviar un Embajador de la cuerda de Rodríguez Zapatero, sin experiencia diplomática que hace pocos días presentó sus cartas credenciales al sátrapa Nicolás Maduro.

Vemos con Edmundo González, ha sido reconocido como nuevo presidente por el Gobierno de  Argentina, donde acaba de ser recibido por una gran multitud, también por Uruguay y parece ser viajará a República Dominicana y Washington, donde también serán recibidos por altos cargos del Gobierno  de Biden.

¿Cómo es posible que el Gobierno de España, apoye a una régimen criminal como el de Maduro por acción u omisión?.

Un régimen atroz, que somete en la cárcel de “El Helicoide”, un antiguo centro comercial, a los detenidos políticos de la oposición a todo tipo de torturas, donde les hacen perder la moción del tiempo. 

Se somete a torturas físicas y psíquicas. Según múltiples testimonios, los vigilantes cargan sus armas, las desbloquean y la ponen en la cara de alguno de los detenidos, también ponen insecticidas en bolsas de plásticos para asfixiar.

El método más atroz, es el llamado “cucarachero”, en el que a los detenidos se les cierra en un cuarto lleno de cucarachas, amarrados de pies y manos y las cucarachas se pasean por el cuerpo del detenido.

El Gobierno de España, por acción u omisión, mira hacia otro lado y habría que pedir cuentas de los motivos de esta forma de proceder y llevar ante la justicia si fuera necesario a los dirigentes que nos hablan todo el día de la extrema derecha imaginaria, cuando el terror ya sabemos  donde se encuentra.

Da realmente asco, tanta degradación moral y ética.

LOS ESPAÑOLES DE BIEN NO PODEMOS MIRAR HACÍA OTRO LADO

El día en que Pedro Sánchez, salga del Gobierno de España, nos habrá dejado una España mas dividida, más enfrentada, más pobre, y más endeudada.

Nos dejará una España, en la que el mentir parezca normal e incluso bueno y en la que la televisión pública, que debiera de ser de todos y plural, se dedica a faltar el respeto y ofender a los sentimientos más profundos de los católicos, como acabamos de conocer en el programa de las campanadas de de fin de año.

La herencia que nos dejará el actual Gobierno, será también el de unas instituciones desprestigiadas, empezando por el Tribunal Constitucional, y siguiendo por la Fiscalía General del Estado y otras sometidas al capricho del Gobierno.

Los españoles de bien, no podemos mirar hacía otro lado, es la hora de actuar y exigir a Partido Popular y Vox que se pongan de acuerdo y que establezcan una estrategia común, para impedir que este país entre en un crisis de proporciones desconocidas en los últimos cuarenta años.

Hay que recuperar la concordia, las leyes, reformar aquellas instituciones que han quedado dañadas y mostrar a la sociedad que así no podemos seguir.

Sólo desde la recuperación de valores, este país tiene viabilidad, porque de seguir en manos de personajes sin escrúpulos ni respeto a la pluralidad y al sentido común, antes que tarde, la sociedad acabará descompuesta y sin ilusión por la prosperidad y la libertad.

Es necesario que este Gobierno, empapado de prejuicios y de ideologías que son una “antigualla”, se marche de forma urgente para abordar una situación de recuperación moral y social.

“UN MILEI A LA ESPAÑOLA”

Iniciamos el año 2.025 y todo parece seguirá igual en materia de cuentas públicas en nuestro país.

El Gobierno de Pedro Sánchez, pese a ser el más recaudador, nos seguirá endeudando de forma muy peligrosa para el bienestar de los españoles.

La deuda pública de España, aumenta diariamente unos 164 millones de euros y para que se hagan una idea, los gastos desde el 30 de noviembre se abordan con más deuda.

Si España, fuera nuestra propia casa, estaríamos endeudados y no podríamos abordar nuestras necesidades, España lo aborda, gracias a la garantía de momento del Banco Central Europeo, que hasta ahora nos ha comprado la deuda y en los últimos meses, cada vez en menor cuantía, por lo que las emisiones han sido cubiertas con alta demanda por inversores privados.

La situación no es sostenible en el tiempo, por eso pienso que España, necesita un dirigente o una dirigente que en parte haga como ha hecho Milei, el Presidente Argentino, cortar radicalmente el gasto innecesario, que según algunos expertos puede llegar a los sesenta mil millones de euros.

No se trata, de gastar menos en sanidad o en educación, sino quitar miles de millones de gastos en “chiriguintos”, empresas públicas sin función y subvenciones a otros países, sin control alguno.

En realidad, se trata de racionalizar el gasto, quitar Ministerios, bloquear durante algunos años la entrada de nuevos funcionarios, mediante una redistribución de los mismos, para que aquellos departamentos que los necesiten puedan ser bien atendidos y donde sobren redistribuirlos.

Un proceso, que si se hace pronto, será más fácil de hacer que si se hace tarde, pues de lo contrario, sería muy doloroso.

España, necesita una “lider” o una “líder”, que este dispuesto a decir la verdad a los españoles e incluso a “inmolarse” políticamente hablando, porque aquellos que disfrutan de los “chiringuitos” y disfrutan de subvenciones, saldrían a la calles, pero si la sociedad sabe la verdad, como ha ocurrido en Argentina, se podrá cambiar la situación y dejar un futuro para nuestros hijos y nietos y no un país endeudado hasta la médula y sin capacidad de salir una espiral inflacionista que cada día nos hace más pobres.

¿Dónde está el Milei a la española?; no se atisba, pero desde luego, no parece estar en el seno de los partidos políticos actuales. 

2.025, UN AÑO DE PROFUNDOS CAMBIOS

Todo parece indicar que el próximo años 2.025, será un año de cambios profundos en el mundo.

Hay que esperar que estos cambios, sean a mejor. Por un lado, la llegada de Donald Trump, a la presidencia de Estados Unidos, puede ser un elemento fundamental en la búsqueda de la paz, en lugares como Ucrania, donde ya ha anunciado que en cuanto llegue a la presidencia, iniciará negociaciones con Rusia y en Oriente Medio, donde también tiene planes de estabilización que pueden fructificar.

Es decir, se pueden abrir nuevos escenarios, lejos del belicismo del Partido Demócrata y de los poderes ocultos, más interesados en su negocios y en el control social.

A nivel económico, también pueden existir revulsivos que hagan crecer la economía de Estados Unidos, aunque la subida de los aranceles que tanto parece preocupar en Europa, puede abrir nuevas oportunidades y hacer el mercado más competitivo.

En Europa, los cambios de gobierno en Alemania y muy posiblemente en Francia, serán elementos  muy importantes para cambiar las absurdas políticas de la UE.

En España, sin embargo, seguimos sin un horizonte político claro, con un Gobierno cada vez más alejado de la realidad, con casos de corrupción en su entorno y una oposición, inoperativa y sin explicar a la población el necesario programa de reformas profundas que España necesita.

Sin duda, mientras no se arme una alternativa política clara y con ideas, el señor Sánchez seguirá estando en el poder y lo que es lo mismo destrozando poco a poco nuestra convivencia.

COVID19, NADIE PAGARÁ POR SUS ERRORES

Estamos posiblemente ante un escándalo mundial de proporciones no conocidas hasta ahora, y de confirmarse, después del exhaustivo informe de más de quinientas páginas, elaborado por el subcomite especial sobre la pandemia de COVID-19   de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, compuesta por congresistas de los partidos Demócrata y Republicano; debiera llevar a cientos de dirigentes de todo el mundo ante los Tribunales de Justicia.

El informe muy exhaustivo, y por cierto demoledor en algunos apartados, respecto a las decisiones adoptadas durante la pandemia, recoge criticas muy fuertes al proceder de la administración Trump, al inicio de la pandemia como a la administración del Presidente Biden.

En el trabajo recogido después de dos años de trabajos de expertos consultados que han comparecido el citada Subcomisión  de la Cámara de Representantes, se dice que el virus no procedía de ningún pangolín, como se dijo, sino procedía de un laboratorio de Wuhan, posiblemente debido a un experimento de ganancia de función, experimento en el que pudo intervenir la industria norteamericana.

También se recoge que los confinamientos, provocaron enormes daños físicos y también psíquicos, sobre todo a los más pequeños.

Respecto a la llamada vacuna, se considera que nunca  sirvió para detener las propagación ni la transmisión del virus.

Sobre el uso de las mascarillas, se considera que no eran necesarias ni tampoco la distancia social.

Se critica, con dureza el proceder de la OMS durante la pandemia.

En definitiva, para este Subcomite, la gestión de la pandemia se considera como un pozo de corrupción, opacidad y abuso.

Ante estas conclusiones, la pregunta  que debiera surgir en España, esta relacionada con el proceder de la mayoría de la clase política, medios  de comunicación, que tuvieron una forma proceder dictatorial, censurando a profesionales y a importantes científicos, como por ejemplo los que realizaron la llamada declaración de Great Barrington, rubricado el cuatro de octubre de 2.020, muy critico con la forma de abordar la pandemia.

Nadie en España, pedirá perdón, ni los Colegios de Médicos que debieran de haber tenido sus dudas en todo el proceso, tampoco lo pedirán, aunque muchos y buenos profesionales al menos tenían sus dudas, de como se estaba abordando la pandemia.

Una ola de miedo a buscar la verdad se impuso con un mensaje único sobre la población.

Muchos queremos saber la verdad, no se trata de tener razón, lo importante es la verdad científica.

¡FELIZ NAVIDAD!

“Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor”.

Feliz Navidad, a pesar de los que quieren acabar con ella y nunca lo conseguirán.

Feliz Navidad, a pesar de las guerra y las injusticias.

Feliz Navidad, a pesar de los que mienten de forma continua y sin arrepentimiento.

Feliz Navidad, a pesar de los que quieren acabar con la vida de inocentes no nacidos.

Feliz Navidad, a pesar de tanta corrupción por poder y dinero.

Feliz Navidad, a pesar de aquellos que sólo buscan dividir y crispar.

Feliz Navidad, a pesar de tanto mal y pecado.

En cualquier caso, Feliz Navidad. Dios, se hizo Niño y está con nosotros, ahora y en la eternidad.

¡Feliz Navidad!      

LA INDEFINICIÓN QUE LASTRA AL PP

Empieza a existir en una parte importante del electorado del Partido Popular una profunda preocupación, y así se está recogiendo por diferentes comentaristas, por la indefinición sobre la postura a tomar, ante los grandes retos que tiene pendientes España.

De momento, nadie conoce su programa en materia fiscal,  sobre el control de la deuda pública, la disminución del gasto público, la postura ante la situación del sector primario, que sigue en caída libre, ley de memoria histórica, reforma en materia de justicia, para garantizar la independencia del poder judicial y de una Fiscalía General independiente del Gobierno.

En definitiva, nadie conoce el programa de un partido, cuyos máximos dirigentes da la sensación, de no querer comprometerse con las reforma que España necesita.

El acercamiento a Junts en los últimos tiempos, que puede ser entendible  en el Congreso, es una muestra  de la falta de ideología de una cúpula cada vez más cuestionada y que sin duda, puede  desembocar en una crisis interna en un momento muy grave de la historia de España.

Estos dirigentes que “pululan” por Génova 13, parecen no ser conscientes del grave momento que vive nuestro país y de la urgente necesidad de tener un  andamiaje ideológico para hacer frente a está situación.

El tiempo se les está acabando.

PERIODISMO Y GLOBALISMO UNA ALIANZA CONTRA LA LIBERTAD

Por su interés, reproducimos el trabajo de un sabio de nuestro tiempo, como es D. Fernando del Pino Calvo- Sotelo, sobre los peligros del globalismo y el periodismo en el control de nuestra libertad.

Una de las principales batallas que se está librando en Occidente es la batalla por la libertad de expresión. Considerada irrenunciable hasta no hace mucho, su deterioro se ha acelerado tras el exitoso experimento totalitario puesto en marcha durante la pandemia. Sin embargo, los contendientes en esta batalla no son tan obvios como parece. ¿Quiénes son los enemigos de la libertad de expresión, es decir, los amigos de la censura?

En el vértice de la pirámide (nunca mejor dicho) está el Lado Oscuro, esto es, el globalismo de Davos, ese movimiento elitista formado por un grupo de megalómanos con delirios mesiánicos que, desde su soberbia, sienten un gran desprecio e incluso un cierto odio (fruto del temor) hacia el hombre común y hacia su libertad, y sólo desean esclavizarlo «por su propio bien». Sus correas de transmisión preferidas son las instituciones supranacionales, que reúnen tres características: inelegibilidad de sus líderes, opacidad y poder. Es el caso de la UE, la ONU y su IPCC, la OMS o la OCDE, por poner algunos ejemplos.

En segundo lugar, se encuentran los partidos políticos, que, o bien son esclavos de la corrección política que el globalismo marca como linde a la oposición consentida o están directamente infiltrados y controlados por el mismo.

Finalmente, nos encontramos con la inmensa mayoría de medios de comunicación tradicionales, sin los cuales las consignas no podrían ser trasladadas a la población. No se confundan: aunque defiendan posturas opuestas en cuestiones políticas de menor importancia, coinciden prácticamente por unanimidad en los grandes dogmas globalistas, como la ideología de género, el cambio climático o el covid.

La revolución de internet

Debemos poner la situación actual en contexto. Hasta hace muy poco, para informarse, el ciudadano dependía de un oligopolio de medios de comunicación que constituía un estrecho embudo por cuyo filtro tenía que pasar la realidad para llegar a conocimiento de la ciudadanía. Lo que no se publicaba, no existía. Este peaje de obligado paso otorgaba a los medios un poder inmenso.

Su supuesta independencia del poder político nunca pasó de ser una entelequia, pues jamás jugaron el papel de «cuarto poder» independiente, sino que se fusionaron con la política de forma incestuosa: unos defendían a un partido y, otros, al otro; a la oposición y al poder, alternativamente. A pesar de mencionar constantemente la ética, ante las órdenes sus ampulosos códigos deontológicos eran papel mojado. Así, exaltaban las virtudes del partido afín y negaban las del contrario, mientras que lo opuesto ocurría con sus defectos y tropelías, que en un caso eran un desliz sin importancia y en el otro un escándalo mayúsculo. A pesar de sus evidentes sesgos, su carácter de oligopolio convirtió al sector en un gran negocio durante el s. XX. Sin embargo, la tecnología lo cambió todo.

En efecto, internet devastó el modelo de negocio de los medios tradicionales, que se enfrentaron a una competencia imprevista de medios digitales y a una desafección de sus usuarios, liberados de toda atadura. Repentinamente, el peaje por el que los ciudadanos tenían que pasar para conocer la realidad ―y por el que las empresas tenían que pasar para anunciarse― fue puenteado por el acceso directo a fuentes primarias y por las posibilidades de publicidad alternativa que ofrecía la red. Los medios dejaron de ser imprescindibles. Como consecuencia de ello, sufrieron un irrecuperable deterioro económico y un ajuste masivo de plantillas, lo que condujo a una disminución de su nivel profesional (fruto de un enorme desequilibrio entre oferta y demanda de periodistas). En paralelo a esta enorme destrucción de valor, su poder se convirtió en una sombra de lo que había sido, aunque la arrogancia con la que estaban acostumbrados a actuar continuara por inercia.

Para el globalismo, este movimiento tectónico supuso una noticia ambivalente. Por un lado, siempre había preferido lidiar con pocos actores, más fáciles de controlar cuanto menor fuera su número (¿por qué creen que, en su objetivo de controlar la producción alimentaria, ha declarado la guerra a los pequeños agricultores y ganaderos independientes en favor de grandes corporaciones?). Por otro lado, aunque la multiplicación de actores dificultara su control, la mayor vulnerabilidad financiera de los medios tradicionales aumentaba su dependencia de fuentes de financiación externas, públicas o privadas, frecuentemente opacas, y por tanto su sumisión a quienes las proveyeran.

Sin embargo, la mejor noticia para el globalismo fue que internet fue pronto controlado por un número muy reducido de jugadores. El mercado de motores de búsqueda se convirtió prácticamente en un monopolio en manos de Google (90% de cuota de mercado mundial), y las redes sociales se convirtieron en un oligopolio de dos: Meta y X (antes, Twitter). El globalismo no necesitaba más que controlar a tres actores.

En cuanto a Google, los algoritmos del buscador favorecían unas noticias frente a otras y primaban a los fact-checkers, chiringuitos ideados y muchos de ellos financiados por el globalismo con la misión de desacreditar toda información hostil, es decir, una policía del pensamiento o, si lo prefieren, una especie de Gestapo de internet.

En cuanto a las redes sociales, la herramienta elegida fue la censura de toda noticia políticamente incorrecta llegando al extremo de querer influir en las elecciones norteamericanas del 2020 al eliminar, de forma alucinante, la cuenta del presidente en ejercicio. Cualquier noticia que cuestionara los tabúes del globalismo, como la consigna climática o el relato oficial del covid ―por muy respetable, rigurosa, objetiva o científica que fuera―, era inmediatamente eliminada.

A esta escandalosa normalización de la censura en redes se unió la censura en los medios tradicionales (que yo mismo sufrí[1]) y, sobre todo, la generalización de la autocensura de la corrección política, una eficaz herramienta de control cuya sombra cubre incluso conversaciones privadas, como ocurría en la Unión Soviética (a la que cada vez se parece más la UE). Todo ello ha constituido un ataque concertado contra la libertad que no se vivía desde los sistemas totalitarios del s. XX y contribuye a vaciar de contenido las democracias para transformarlas en tiranías encubiertas que guardan las apariencias mediante una ficción: el ritual inconsecuente de depositar cada cuatro años un voto perfectamente inútil.

Musk compra Twitter y lo cambia todo

En definitiva, todo parecía ir viento en popa para el globalismo, pero ocurrió lo imprevisto: el hombre más rico del mundo, Elon Musk, se negó a pasarse al Lado Oscuro y compró Twitter, devolviendo la voz a millones de ciudadanos anónimos previamente silenciados por la censura. Repentinamente, el escenario cambió, y su primera consecuencia relevante ha sido la victoria de Trump, que este blog supo predecir[2]. Como una carga de profundidad, tras las elecciones de EEUU Musk tuiteó a los usuarios de su red social: «Ahora los medios de comunicación sois vosotros».

En este sentido, la victoria de Trump ha supuesto una derrota de los medios tradicionales, casi unánimemente contrarios a su candidatura, los cuales se han quedado boquiabiertos al descubrir que la población ya no les obedece. Sin embargo, no deberían sorprenderse. Compararon a Trump con Hitler[3], y el primer mandatario internacional en felicitarle ha sido un judío, el primer ministro de Israel. Le acusaron de racismo, pero ha nombrado a un hispano como secretario de Estado por primera vez en la historia. También le acusaron de misoginia, pero el director de Inteligencia Nacional y el jefe de Gabinete de la Casa Blanca serán, también por primera vez en la historia, mujeres. Y para qué mencionar el tratamiento informativo de su primer atentado, que pasó de la negación inicial (utilizando expresiones como «incidente» o «tiroteo» en vez de «atentado») al enterramiento de la noticia en pocos días.

La merecida pérdida de credibilidad de los medios

La compra de Twitter por parte de Musk desató todas las alarmas en Davos, que, en su última reunión y con su cinismo habitual, declaró que la «desinformación» era una las mayores amenazas a la que se enfrentaba el mundo[4]. Naturalmente, dicha amenaza parecía no ser tan grave cuando Twitter estaba sólidamente en manos globalistas, puesto que para ellos «desinformación» es un eufemismo para designar toda aquella información que contradiga sus intereses.

Un Twitter libre ha puesto de manifiesto el enorme nivel de mentira que impregna la inmensa mayoría de la información publicada. Antes, los medios podían tergiversar o silenciar la realidad. Ahora, un solo ciudadano con un móvil puede informar al mundo de lo que ocurre. Esta desintermediación supone un cambio formidable. Por tanto, la mentira es el primer factor que explica la pérdida de credibilidad de los medios.

En segundo lugar, resulta cada vez más obvio ―particularmente en España―, el bajo nivel de formación de los periodistas, que adolecen de un gran déficit cultural, de una ignorancia extrema sobre la mayoría de temas que tocan y de un sorprendente analfabetismo numeral: como dirían ellos, 12 de cada 10 no saben interpretar un dato o un porcentaje.

En tercer lugar, el gremio tiene un serio problema de sectarismo: la inmensa mayoría de periodistas es de izquierdas, y la mayoría de quienes creen no serlo no superarían un interrogatorio con pentotal sódico. Para que se hagan una idea, en EEUU sólo el 3% de los periodistas se identifica como republicano[5]. Imaginen cuál será el resultado en España, lo que significa que la objetividad sencillamente no existe, sino que es sustituida por un enfoque preconcebido de la historia y por una preselección interesada de las fuentes (cuando las hay)[6].

En cuarto lugar, la información se ha convertido en un mal negocio de un grupo de desesperados que compite por su supervivencia, como en los Juegos del Hambre. Siguiendo la pauta de La Era de la Propaganda («si usted no tiene nada que decirles, distráigales»), la información ha dado paso al entretenimiento más banal, a un espectáculo sensacionalista cada vez más chabacano y sórdido que en vez de dignificar al hombre lo deshumaniza, pues el mal y la mentira suelen ir acompañados de la fealdad.

Finalmente, la ética brilla por su ausencia en un gremio que, paradójicamente, no para de mencionarla. Hay que reconocer que el sistema de incentivos no ayuda: la dependencia económica de sus anunciantes —aprovechado por las administraciones públicas para poner sordina a la crítica y por los directivos de ciertas empresas para convertirse en intocables—, las afinidades ideológicas o la enorme susceptibilidad del periodista a ser sobornado por el poder —una confidencia, un café con el poderoso o un plato de lentejas bastan—, se convierten en obstáculos para informar con honestidad.

Naturalmente, conozco unos pocos periodistas que son claras excepciones a estas reglas, pero son tan pocos que incluir la habitual expresión «con las debidas excepciones» resultaría exagerado. Ellos estarían de acuerdo con la generalización que hago.

La combinación de estos síntomas de decadencia, acelerada por el cataclismo que ha producido internet y la eliminación de la censura en Twitter, ha producido una brecha enorme entre la percepción que tiene el público de los medios y la ilusoria percepción que éstos tienen de sí mismos: en EEUU, el 70% de la población desconfía de los medios[7], cifra sólo un poco superior a la que se da en España[8]. El emperador está desnudo, y lo único que le mantiene a flote es un determinado segmento demográfico formado por una generación que conoció otro periodismo más fiable o que sencillamente fue educada en confiar en la única fuente de información entonces disponible. Para muchos medios, por tanto, el tiempo se ha convertido en una cuenta atrás.

Davos y el control de la información

El control de la información es un elemento clave para el globalismo como lo fue para los sistemas totalitarios del s. XX, pues, por muy opresivo que sea el sistema político, la permanencia en el poder depende de cierto grado de aquiescencia de la población. Así como las dictaduras comunistas la controlaron de modo insidioso, ocultando astutamente sus verdaderas intenciones (bajo sus actuales disfraces, el marxismo cultural aún lo hace), la dictadura nacionalsocialista de Hitler lo hizo de modo menos pudoroso. En efecto, su máximo órgano censor se denominó abiertamente Ministerio de Propaganda, aunque Goebbels había sugerido llamarlo Ministerio de Cultura. Tras controlar con mano férrea todo lo que se publicaba, el propio Goebbels escribió en su diario: «Cualquiera que aún mantenga un vestigio de honor se cuidará mucho de no convertirse en periodista».[9] Me pregunto si la máxima vuelve a ser aplicable hoy.

Como hemos visto anteriormente, la reacción de Davos al cambio de propiedad de Twitter ha sido señalar a la libertad de expresión (que ellos denominan «desinformación») como enemigo público número uno. Para que se hagan una idea de la importancia que le dan a este hecho, una organización británica ligada al laborismo, que ayudó activamente a la campaña de Kamala Harris, consideraba su primer objetivo «acabar con el Twitter de Musk» (sic)[10].

En este sentido, el laboratorio por excelencia del globalismo, la UE, fue pionera del ataque a la libertad de expresión al aprobar en diciembre del 2020 la controvertida Ley de Servicios Digitales con el objeto escasamente disimulado de controlar la información que se publicaba en redes. No es casualidad que su aprobación coincidiera con el experimento totalitario del covid, puesto que su función inicial era evitar que surgieran relatos contrarios a la falsa consigna oficial. Recuerden que las principales fuentes de desinformación durante la pandemia fueron precisamente la propia UE, los políticos y los medios, que transmitieron a la población un Himalaya de falsedades a cada cual más grotesca, no en balde la señal indeleble del globalismo es la mentira.

La alianza entre periodismo y globalismo

Pues bien, recientemente ha sido la OCDE la que ha marcado la agenda de supresión de la libertad de expresión con un farragoso documento denominado «Facts not Fakes», un verdadero ejemplo de «neolengua» al más típico estilo 1984[11] en el que resulta elocuente que el concepto de «verdad» brille por su ausencia. En él, la organización actúa en su papel soterrado de think tank del globalismo para proponer medidas que hagan frente a la amenaza que para ellos plantea la «desinformación». El texto acusa a las plataformas online de facilitar la proliferación de información engañosa, polarizadora y falsa (como si la banda de Davos, los políticos o los medios tradicionales no lo hicieran) y propone sostener financieramente a aquellos medios «que cumplan determinados criterios» y contribuyan a alcanzar objetivos «democráticos». Asimismo, propone la creación de oficinas y unidades de control para reforzar «la integridad de la información» y actuar conjuntamente para lograr una «coordinación regulatoria internacional». Aplica un doble rasero: mientras las redes deben ser férreamente controladas y reguladas, a los medios tradicionales se les permitirá «autorregularse». También sugiere proteger a los periodistas por encima de cualquier otro ciudadano para intimidar a quienes les «ataquen», aunque sea virtualmente. Me pregunto si una crítica será suficiente para desencadenar la persecución.

Lo relevante del asunto no es que la OCDE proponga cercenar la libertad de expresión, sino que los periodistas lo apoyen. En efecto, el secretario general de la Federación Europea de Periodistas (¿otro brazo del globalismo?) ha aplaudido dicho documento en un discurso reciente[12]. Dicha Federación afirma representar a casi 300.000 periodistas europeos y ha sido una de las pocas organizaciones que ha decidido abandonar Twitter (junto con The Guardian o La Vanguardia), un movimiento que no parece haber ganado excesiva tracción. En dicho discurso, tras tildar a Musk, cómo no, de «extrema derecha» (sólo un periodista de extrema izquierda ―perdonen la tautología― puede sostener semejante memez) insta a los gobiernos e instituciones intergubernamentales a actuar para «desarmar a los desinformadores», alabando a la UE por su liberticida Ley de Servicios Digitales («va por buen camino», afirma condescendiente). Finalmente, muestra su acuerdo con la OCDE en fomentar una lucha integrada de todos los «actores virtuosos», los primeros de los cuales son, según él, «los periodistas y medios de comunicación». Me pregunto quiénes seremos los ciudadanos catalogados como «no virtuosos», pero sé que de ahí a crear un sistema de crédito social como en China sólo hay un paso. Por último, aboga por fomentar sólo la difusión de «información verificada», supongo que por verificadores oficiales o fact-checkers designados desde Davos.

La muerte de este periodismo decadente puede dar lugar al resurgimiento de otro periodismo que sencillamente defienda la verdad, sin la que no puede haber libertad. La pregunta es: ¿encontrará lectores ese periodismo riguroso y veraz? Dicho de otro modo: ¿podemos separar la decadencia moral del periodismo de la decadencia moral de nuestra sociedad?

EL “FANGO” PARECE ESTAR EN OTRO LUGAR

Algo parecía sospechar, a tenor de la cara de cansancio del señor Presidente del Gobierno esta mañana, en la sesión de control en el Congreso de los Diputados, de la noticia que dos horas después se conocía: El Tribunal Supremo, pide al Congreso de los Diputados el suplicatorio del señor Ábalos, su hombre de confianza durante tantos años, la persona clave en la llegada a la Secretaría General de su partido, el Tribunal aprecia indicios de cuatro delitos: integración en organización criminal, tráfico de influencias, cohecho y malversación.

En definitiva, acusaciones de extrema gravedad, para un cargo público y para una persona que ha sido prácticamente el número dos del PSOE durante tantos años y ocupaba, una de la carteras más importantes del Gobierno.

Siempre debemos de defender la presunción  de inocencia, de cualquier persona encausada, pero desde la lógica parece poco menos que imposible, que nadie en el Gobierno, conociera las supuestas andanzas de un miembro del gabinete tan sobresaliente, el mismo que defendió por parte de su grupo, la moción de censura a Mariano Rajoy.

Nadie explicó el motivo de su cese, como Ministro y nadie ha explicado porque se le incluyo en las listas electorales de su partido para que ahora este aforado y se necesite el suplicatorio.

 El Presidente del Gobierno, en cualquier país de nuestro entorno, habría dimitido o al menos, en vez de hablar de “bulos” y “fango”, habría dado explicaciones convincentes.

Parece, que el “fango” estaba en otro lugar y se intenta  tapar de forma vergonzante llevando al país a una situación institucional que cada vez se hace más insoportable.