Sin duda estamos viviendo momentos muy difíciles para la sensatez y el sentido común, es como si además del COVID-19 tuviéramos una pandemia de locura.
De “locura” se puede calificar que se obligue a nuestros jóvenes en los Institutos a tener la clase de educación física con mascarilla.
Sólo mentes a las que no quiero calificar porque se califican por si mismo, pueden obligar a tal cuestión.
Por supuesto que no tienen culpa alguna los profesores ni los alumnos, la culpa es de quien haya ordenado tal cosa, porque debieran de ser llevado a los Tribunales y si fueran médicos abrirles un expediente profesional.
Vivimos tiempos de cobardía y paranoia, una paranoia inducida exagerada y multiplicada para objetivos que se desconocen.
El silencio cómplice de tantos y tantos recuerda el silencio de tantos y tantos en épocas muy oscuras de nuestra historia en las que se prefirió callar ante la injusticia y la mentira en vez de combatirla.
Me empiezan a causar perplejidad y profunda decepción aquellos “lideres” de la información que con cuentas corrientes y patrimonios muy saneados podrían ser auténticos notarios de la verdad, buscadores de la justicia y no cómplices silenciosos de mentiras y manipulación, que Dios nos proteja y la verdad pueda lucir resplandeciente y los mentirosos con responsabilidades juzgados.