Parece que va acabar, espero para siempre, la “pantomima” de las mascarillas en la calle.
La utilización del sometimiento al ser humano sin evidencias científicas y muchas contrarias a través de las mascarillas, ha sido uno de los elementos más inútiles y vergonzosos de la civilización en los últimos años.
Es obvio, que la reinhalación del aire que respiramos conduce de forma indudable a una deficiencia de oxigeno, además de la saturación de dióxido de carbono.
El cerebro es muy sensible a la falta de oxigeno, ya que hay células nerviosas, que no pueden estar sin oxigeno más de tres minutos, porque no sobreviven.
Esta es una de las muchas causas, por las que la mascarilla en la vía pública es una solemne estupidez y algo que pueda ser defendido sin un contraste mínimamente serio. La falta de oxigeno es peligrosa para todos los cerebros, porque además inhibe el desarrollo del cerebro y el daño que causa no puede ser reparado.
La mascarilla en la calle, es una forma de sometimiento, un síntoma de una sociedad atolondrada y miedosa por culpa de unos gobernantes sin escrúpulo o sin un adecuado asesoramiento.
Tener en pánico y distraída a la sociedad, es un objetivo de gran parte de los dirigentes mundiales, porque así la sociedad será mucho más fácil de dominar y n o cuestionará nada.
Dejen de tener miedo, el miedo nos paraliza y nos hace daños física y psíquicamente.
“Mente sana in corpore sano”