La falta de explicación a nivel mundial, del aumento de los fallecimientos en los países más vacunados, debiera ser motivo de una investigación independiente y libre para conocer las verdaderas causas de esta alta mortalidad.
El silencio clamoroso de la OMS y de la mayoría de los países afectados, sólo alimenta todo tipo de sospechas; sospechas, muy fundadas, como que la llamada vacuna COVID-19, pudiera ser la autentica causante de tal catástrofe, como aseveran muchos científicos independientes.
El problema fundamental radica en dos cuestiones: por un lado el querer saber la verdad, aunque esta sea dura y reconocer gravísimos errores y por otro lado que reconocerlo, pudiera suponer una crisis mundial de dirigentes con muchos ante los Tribunales de Justicia por graves responsabilidades.
Por otro lado, para la propia sociedad, reconocer haber sido engañada supuestamente, sería muy duro y como ha ocurrido en otros momentos, preferimos vivir en la mentira, que reconocer la verdad.
Sea lo que fuere, es obvio que al margen de cualquier investigación y su resultado concreto, se ha engañado a los ciudadanos en medio mundo, se han tomado medidas, que han causado daños personales y económicos, todo ello devaluando informes muy serios de científicos independientes, como se hizo a través de la declaración de Great Barringthon, que advertía de los perjuicios de todo tipo que ocasionarían los confinamientos a la población, sin obtener beneficio alguno.
Una sociedad adulta debe de saber la verdad, y apechar con las graves responsabilidades de todo tipo que puedan surgir.