Pues si, el bien y el mal existen, por mucho que una parte de la llamada progresía, no lo entienda o no lo quiera entender.
La referencia que recientemente hizo el señor Núñez Feijoo, referente a que “dejen en paz a la gente de bien”, ha sido manipulada por la prensa “progre” y por el propio Gobierno, sin duda, por uno de estos dos motivos: desconocer la existencia del bien y del mal o querer asimilar a la gente bien a las personas con poder económico, lo que no deja de ser algo absurdo falso.
Soy de los que pienso, que la mayoría de la gente, es gente de bien. Las personas que madrugan para ir a su trabajo, se preocupan de sus familias, de su obligaciones como ciudadanos, respetan las leyes; en definitiva una gran parte de la sociedad.
La gente de mal, es minoritaria, pero puede hacer mucho daño. Es gente de mal, aquella que miente repetidamente y conscientemente a los ciudadanos, sobre asuntos fundamentales para sus vidas, es gente de mal, la que utiliza el Congreso de los Diputados, para hacer negocios y tráfico de influencias y disfrutar de fiestas escandalosas, es gente de mal, la que de forma consciente quiere dividir la sociedad y perseguir la fe de cada uno, es gente de mal, la que odia a sus semejantes por el mero hecho de pensar diferente, es gente de mal, la que no quiere defender la vida y pone trabas a aquellos que quieren defenderla.
El problema actual del relativismo, es que precisamente, se trata de cambiar las líneas entre el bien y el mal a conveniencia propia o de unos pocos, lo que acaba generando un desastre social como el que se está generando.
Sin la existencia del bien y del mal, no hay andamiajes para una convivencia pacifica y sensata y toda la sociedad se precipita al vacío como un “castillo de naipes”.
Por lo tanto, claro que hay gente de bien, aquella que se escandaliza por leyes contra la propia naturaleza del ser humano y por leyes ideológicas sin consenso ni sentido.