Nos quieren sometidos, con miedo, sin afecto, sin relaciones sociales; en definitiva: en la soledad más absoluta.
La pandemia de COVID, sirvió entre otras muchas cosas, para tomar decisiones políticas y no científicas.
Por ejemplo, el mirar mal al semejante, el no tocarle ni darle un abrazo ni la mano, aspectos por cierto muy preocupantes, porque muchas personas todavía tienen miedo a dar la mano, lo podemos comprobar incluso en las Iglesias.
Todo ello, es un proceso, me atrevo a decir, casi de carácter criminal. Los seres humanos necesitamos la relación social, la compañía unos de otros.
Si este proceso de socialización se deteriora, se produce una vía de máxima debilidad en el individuo y por lo tanto es más fácil, manipularle y tenerle sometido.
Las altas tasas de suicidio, obedecen a muchas causas, pero de manera principal: a la falta de horizontes y de certidumbre, de valores espirituales, de la compañía de los demás, de la soledad, del abandono y de la existencia de leyes tóxicas que intentan abrumar a los seres humanos con un control cada vez mayor.
La mayores amenazas actuales para los seres humanos, derivan de la falta de libertades autenticas, de la falta de valores permanentes y de los intentos de lo poderes en dividir a la sociedad.
La clase política, sobre todo de la izquierda actual, aunque también en cierta derecha, se caracteriza por el control social y de costumbres, lo que es una forma de aislarnos de la autentica realidad.
No tengamos miedo, al saludo, al abrazo al amigo, al contacto social, a la charla de café, al encuentro; sin duda, nos hará mejores y más libres y nos enriqueceremos con las palabras de unos y otros.
Seamos conscientes que la lucha entre el bien y el mal cada vez es más clara y debemos de hacerla frente, sin miedo al que dirán y a lo que unos “descerebrados” digan por mucho poder que puedan tener.