La dimisión del Primer Ministro de Portugal Antonio Costa, después que se produjera la detención de su jefe de gabinete y otros colaboradores y después de que la fiscalía de Portugal, entrará en su domicilio particular en busca de documentos, es una muestra de que el estado de derecho funciona en el país vecino.
Antonio Costa, siempre me ha parecido un político sensato y honesto, prueba de ello es su dimisión ante la menor duda de su honorabilidad, dicho esto, la justicia deberá solventar si es inocente o culpable.
Una operación similar en España, sería de ciencia ficción, porque la Fiscalía está controlada por el Gobierno y porque la vida política española es una “ciénaga”.
Hasta está situación de tensión y de falta de respeto a las libertades y sobre todo al estado de derecho hemos llegado, porque al frente del Gobierno tenemos un “aventurero” de la política sin criterio ético y moral; pero también, porque la oposición cuando gobernó no hizo los deberes en la separación de poderes y el señor Rajoy se dedico a contemporizar de manera absurda.
Casos como el Kitchen, desprestigia a un partido que debiera de haber sido ejemplar y no lo fue, podemos ver la actuación de Montoro, según algunas denuncias, persiguiendo hipotéticamente a algunos periodistas incomodos, como desvelo ABC.
No es que se pueda comparar a Sánchez con otros dirigentes, porque es insuperable a la hora de desunir, crispar y mentir, es decir la verdad, y reconocer que el llamado centro derecha, tiene también su cuota de responsabilidad, no sólo por su cobardía sino por sus silencios y “pasteleo” en tantas ocasiones con el PSOE.
España, necesita con urgencia regenerar la clase política en general y en el centro derecha buscar dirigentes nuevos, que no hayan tenido nada que ver con etapas anteriores, mientras ello no ocurra su credibilidad seguirá mermada.
En cualquier caso, los ciudadanos tenemos el derecho y el deber de manifestarnos con libertad sin sobreactuaciones, defendiendo la ley y sobre todo un futuro mejor para este país, que quiere ser absorbido poco a poco por el totalitarismo.