El grave deterioro de los servicios públicos de comunicaciones, principalmente el ferrocarril y las compañías aéreas, es un hecho que estamos viviendo continuamente en estos meses de verano en España.
Trenes, que se paran en mitad de la nada y tardan en ser socorridos, lo que hace que los viajeros se “achicharren” de calor y tengan que romper las ventanillas de seguridad para que entre el aire, retrasos por diferentes motivos, que hace que se produzcan bloqueos de estaciones debido a la masiva concurrencia de viajeros, que en condiciones lamentables tienen que esperar horas y horas, como lo ocurrido ya varias veces en la estación de Chamartín.
En definitiva, prácticamente no hay día que no se produzca algún incidente ferroviario por cualquier motivo, lo que hace que los ciudadanos, en realidad parecen ser tratados como si fueran con perdón “ganado”.
Otro tanto, está sucediendo por parte de las compañías aéreas que operan habitualmente en España, casi todas.
Han programado tantos vuelos, han querido abarcar tanto mercado, que su “avaricia”, la pagan los sufridos pasajeros.
En el momento que un avión sufre una avería, dando lo ajustado de las rotaciones, no sólo se cancela un enlace, sino lo siguientes, lo que crea un autentico caos e incalculable perjuicios a los pasajeros, que tienen luego que viajar en autobús o buscar soluciones pintorescas.
El problema, de las averías, en la mayoría de los casos, tendría una solución, si las compañías aéreas tuvieran la obligación legal de tener algún avión de reserva en sus bases para solucionar el problema, cosa que no sucede, al tener un importante déficit de aparatos y haber abarcado excesiva oferta de enlaces.
Es curioso, como en esta Europa nuestra y este país, en el que se legisla casi hasta como tenemos que respirar, no exista un control de la calidad de lo servicios, y una exigencia de aviones de reserva.
En definitiva, y como conclusión final, se puede decir que al igual que la mayoría de las instituciones han dejado de respetar a los ciudadanos y tener como único objetivo su servicio y bienestar; en materia de comunicaciones, sucede lo mismo: Se trata a las personas como su fueran una mercancía más. Todo un desastre.