Algo parecía sospechar, a tenor de la cara de cansancio del señor Presidente del Gobierno esta mañana, en la sesión de control en el Congreso de los Diputados, de la noticia que dos horas después se conocía: El Tribunal Supremo, pide al Congreso de los Diputados el suplicatorio del señor Ábalos, su hombre de confianza durante tantos años, la persona clave en la llegada a la Secretaría General de su partido, el Tribunal aprecia indicios de cuatro delitos: integración en organización criminal, tráfico de influencias, cohecho y malversación.
En definitiva, acusaciones de extrema gravedad, para un cargo público y para una persona que ha sido prácticamente el número dos del PSOE durante tantos años y ocupaba, una de la carteras más importantes del Gobierno.
Siempre debemos de defender la presunción de inocencia, de cualquier persona encausada, pero desde la lógica parece poco menos que imposible, que nadie en el Gobierno, conociera las supuestas andanzas de un miembro del gabinete tan sobresaliente, el mismo que defendió por parte de su grupo, la moción de censura a Mariano Rajoy.
Nadie explicó el motivo de su cese, como Ministro y nadie ha explicado porque se le incluyo en las listas electorales de su partido para que ahora este aforado y se necesite el suplicatorio.
El Presidente del Gobierno, en cualquier país de nuestro entorno, habría dimitido o al menos, en vez de hablar de “bulos” y “fango”, habría dado explicaciones convincentes.
Parece, que el “fango” estaba en otro lugar y se intenta tapar de forma vergonzante llevando al país a una situación institucional que cada vez se hace más insoportable.