La historia nos dice, que sin un mínimo de patriotismo, es imposible tener unos ejércitos solventes y con capacidad de disuasión.
Así, la caída del Imperio de Roma, vino en parte, porque sus legiones, empezaron a cansarse de “guerrear” y se dedicaron a una vida llena de lujos y vicios, lo que hizo que para mantener el imperio, se alistaran a hombres procedentes del norte de Europa, principalmente de la Germania, lo que acabo siendo una especie de “boomerang” al volverse después contra los intereses del propio Imperio.
A partir de la Revolución Francesa, surge la idea de “nación en armas”. Así, ya no es el rey responsable de la defensa del Estado, van a ser los órganos representativos, los que asumirán la responsabilidad de garantizar la defensa del Estado.
Maquiavelo en su obra “El Príncipe”, escarmentado por la figura del “condotiero”, el mercenario a sueldo, cree que debe de ser el patriotismo el motor de la defensa del Estado.
Con un Europa, que según recogen diferentes encuestas, la gran mayoría de la población, con índices que llegan en algunos países a ser superiores a un setenta por ciento de la misma, dice no estar dispuesta a defender a su país en caso de guerra, todo intento de crear un ejercito europeo más parece un intento en vano.
La pretensión de destruir el sentimiento de patria, de nación, es un intento descabellado y peligroso de supuestas élites europeas en su propio beneficio, para someter a los pueblos y dejarles sin respuesta a los problemas de cada uno de ellos.
Más valdría, la creación de un sentimiento noble de patria, nación, pueblo, no excluyente, pero si dispuesto, a defender tradiciones y valores formadas a través de la civilización cristiana a lo largo de lo siglos, todo lo demás, sólo conllevará lo que está sucediendo una Europa dirigida por unos pocos desde Bruselas, sin posibilidad de poder defender los intereses de cada nación y con el riesgo de en poco tiempo, ser sometidos por culturas foráneas muy distantes de la nuestras.