La sociedad española, se desayuna cada mañana con un escándalo de presunta corrupción, que a simple vista, dada su gravedad parecen imposible de creer, protagonizados por parte de personajes que «pululan» en la orbita del Gobierno o del Partido Socialista.
Algunos de estos escándalos, nos dejan sin palabras y nos dan la sensación que vivimos un mal sueño, por la actuación por parte de personajes, que en modo alguno, merecen por su falta respeto a la dignidad, al bien común, estar dirigiendo los destinos de un gran país como es España.
No es cuestión ideológica, aunque esta se acentué para dividir y crispar, algo totalmente irresponsable, sino es cuestión de decencia, de valores, de respeto a los sufridos ciudadanos, que se levantan cada mañana para ir a ganarse el pan de cada día y poder aspirar a una vida mejor, con futuro para sus hijos nietos.
A este paso, escuchando como hemos escuchado, merced al buen trabajo de EL CONFIDENCIAL, las manifestaciones de la señora, Leire Diez, con indudables conexiones con altos cargos socialistas, como se dirigía a un empresario investigado por la Audiencia Nacional, por presunto fraude en el IVA de hidrocarburos, solicitándole información sobre el Teniente Coronel, Jefe de la UCO, que investiga diferentes asuntos que afectan al Gobierno, para tratar, presuntamente, de desbaratar estos procesos investigatorios, nos debiéramos de dar cuenta definitivamente, de que estamos ante personas sin escrúpulo, indignas de una democracia y que cada vez más, dan la aparente sensación, de ser capaces de cualquier cosa por seguir un día más en el poder.
España, sin presupuestos, con la deuda pública desbocada, con un Gobierno, en manos de partidos. enemigos de España, con un Presidente incapaz de rectificar y cada vez más crispado, se parece a un barco a la deriva en medio del Atlántico con mar arbolada.
Alguien, en los aledaños del poder, debe de parar esto de forma democrática, bajándose de este barco semi hundido e impedir daños mayores, algunos casi imposibles de reparar en poco tiempo.
No se trata sólo de ideología, sino sobre todo de decencia.