Los dirigentes políticos, debieran ser cautelosos y evitar todo tipo de declaraciones fuera de tono y de las leyes, sobre la pandemia COVID-19, que sólo dividen y crispan, pues para desgracia de todos, la vacunación actual no evita los contagios, sólo previenen de gravedad y por lo tanto no se puede culpar a nadie y mucho menos entrar en la intimidad de la salud de las personas.
La Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa en la resolución 2361 (2021) y los siguientes puntos recordaba a los estados miembros de la UE, que debían asegurar que los ciudadanos y ciudadanas estén informados de que la vacunación NO es obligatoria y que nadie padezca presiones políticas sociales u otras para ser vacunado, si no desea hacerlo personalmente.
Por otro lado, se debiera saber que al tratarse esta vacunas de ensayos clínicos, están sujetas al cumplimiento de disposiciones de carácter internacional con el Código de ética de Nurémberg de 1.947, Declaración de Helsinki de 1.964, Declaración de Bioética y derechos Humanos de la UNESCO 2005 o el llamado Convenio de Oviedo.
Desde el lado legal, la cuestión está clara, pero desde el lado de la lógica también.
Las vacunas en cuestión son positivas para una parte de la sociedad, no es esa la cuestión, la cuestión es que es totalmente absurdo culpar a las personas no vacunadas de ningún tipo de responsabilidad, pues en cualquier caso son las que hipotéticamente pudieran correr más riesgo.
La verdad, es que ojalá las vacunas fueran más eficaces y no fuera necesario presionar a la población con medidas y declaraciones inconstitucionales.
Es todo muy curioso, nadie se hace cargo de la vacunación y por otro lado se presiona a las personas que equivocados o no toman una decisión amparada en ley.
La estigmatización de las personas por su credo, opinión, raza o decisión personal, es un acto profundamente antidemocrático, incluso aunque la intencionalidad final fuera buena.
Las leyes hay que cumplirlas y las medias verdades o las mentiras, son un grave problema para el propio bien común.
Los atajos en democracia acaban siendo letales para el propio sistema.