Las relaciones internacionales, como las personales, debieran tener bases firmes de asentamiento y no intereses relativistas, que es lo que está sucediendo en la mayoría de los países, con consecuencias dramáticas.
No se puede justificar, que la administración norteamericana, envíe ahora una delegación a Venezuela para negociar muy posiblemente, la compra de petróleo.
Es decir, se combate a una sátrapa, como Vladimir Putin y se va a negociar con otro sátrapa como Maduro.
Que criterio y análisis hace occidente de las relaciones internacionales.
Mucho hablar de libertad, pero a la mínima se negocia con el mismísimo diablo por unos barriles de petróleo.
La desvergüenza es aún mayor porque Estados Unidos tiene la producción propia de crudo casi parada y grandes reservas y no necesita realmente el petróleo exterior.
El llamado mundo occidental, hace años, se ha abandonado a un capitalismo galopante, sin tener en cuenta criterios tales como los derechos humanos, la libertad, la paz y así han mantenido hasta hace días, relaciones muy fructíferas para Rusia, sin poner un solo pero a las políticas opresoras de Putin y su continua vulneración de los derechos humanos.
Las compra de gas ruso y la construcción de un gran gaseoducto por parte de Alemania, ha sido uno de los grandes errores de Angela Merkel y de occidente, como así se está viendo.
Otro tanto ocurre en las relaciones con China, donde se pisotea cualquier mínimo derecho de las personas y sin embargo, seguimos comprándoles de todo, hasta que un día suceda lo mismo que con Rusia.
El relativismo es un cáncer para el ser humano y también para las relaciones internacionales.
O ponemos por delante valores innegociables o no tenemos solución como sociedad libre.