Llegaron muy ufanos a la política, hablando de regeneración y juzgando a todo aquel que se pusiera por medio, con alguna causa pendiente.
La ultra izquierda, como hemos visto en tantos casos, desde un cinismo antropológico claro, juzga con diferentes raseros sus propios actos, respecto a los de los demás..
El caso de Mónica Oltra, imputada por la gestión de los abusos de su ex marido a una menor tutelada, es un escándalo más de algunos políticos que decían que llegaban para cambiar las cosas, pero realmente su objetivo, ha sido otro muy distinto y sus conductas personales y políticas en algunos casos “apestan”.
El mero hecho de que se abuse sexualmente de una menor tutelada, debiera de ser motivo suficiente, para que todas las organizaciones feministas pusieron el grito en el cielo, sin embargo podemos darnos cuenta como callan.
El auto, recoge que “existen una serie de indicios plurales que en su conjunto hacen sospechar la posible existencia de un concierto entre la señora Mónica Oltra y diversos funcionarios a su cargo, con la finalidad, o bien proteger a su entonces pareja o bien proteger la carrera política de la aforada”.
Estos personajes empezando por la señora Oltra y los que la apoyan, piden la presunción de inocencia, una presunción de inocencia siempre vulnerada cuando se trataba de un adversario político.
Los cargos que se pudieran derivar de poderse comprobar tal conducta, son motivo suficiente para que la señora Oltra hubiera dimitido de inmediato o hubiera sido cesada por el señor Ximo Puig; la nula credibilidad de ambos ha quedado de momento patente y también la nula credibilidad de diferentes asociaciones feministas que con su clamoroso silencio muestran como utilizan el supuesto feminismo más como arma política, que como defensa de derechos fundamentales.
En definitiva, un hecho claro de que nuestra democracia se mueve en un autentico “lodazal”, donde apenas no hay verdad ni valores, una democracia de “cartón”, que cada vez se “desangra” más.