Todo ser humano con sentido común, quiere progresar, las sociedades quieren progresar.
Sin embargo, el problema está en la utilización de la palabra “progresismo”.
¿Cómo se puede llamar progresismo al aborto?, cuando es un fracaso y una muerte.
¿Cómo se puede llamar progresismo?, a que los ciudadanos vivamos peor que hace tres años, que nuestros salarios no sirvan para llegar a fin de mes.
¿Cómo se puede llamar progresismo, que nuestro derechos individuales sean vulnerados, sin consecuencia alguna para los ejecutores, como hemos vivido con los confinamientos?
¿Cómo se puede llamar progresismo a que tengamos que pasar frio en invierno o calor en verano, porque nos digan a que temperatura tenemos que vivir?
En realidad, podría seguir, porque lo que se llama “progresismo” es un “mantra”, una mentira que se saca de la manga, para parecer más “guay” y moderno y confundir la realidad.
Verán que se abandona la palabra justicia, por la palabra progreso, porque la primera obliga a buscar la justicia y los equilibrios y la segunda es una palabra bonita que se queda en nebulosa.
Con la palabra “progresista”, se trata también de orillar a todos los que no adopten este lema, aunque realmente quieran por supuesto, el progreso y el bien de la humanidad, porque así se busca siempre un enemigo externo.
Hay que reconocer que la perversión del lenguaje, afecta de manera muy grave a esta sociedad, con un único fin: el engaño y la manipulación de masas.
Como la palabra aborto suena mal, se sustituye por interrupción voluntaria del embarazo.
Podemos hablar de otras palabras tópicas, como pobreza energética y así sucesivamente.
Toda una “farsa” para no hablar y abordar los problemas reales sin que se piense en buscar la verdad. Se llama ingeniería social, con un único objetivo controlar al ser humano en su libertad.