La Olimpiada de París, está resultando un auténtico desastre organizativo. Lo que mal empieza, suele acabar mal, y esa es la trayectoria organizativa de París 2024 y su parafernalia woke.
Después de la comedía, en la podíamos ver con trajes de neopreno a la alcaldesa de París y otras autoridades sumergirse en las sucias aguas del Sena, asegurando que la calidad de las aguas estaba garantizada, tenemos a una deportista hospitalizada por una bacteria, se han tenido que retrasar durante días pruebas y algunos participantes han mostrado su estupor ante la decisión de tener que competir en unas aguas sin garantías.
Lo que ya está causando mayor indignación, en la mayor parte de las delegaciones, ha sido las malas condiciones de habitabilidad de los alojamientos de los deportistas, cuartos pequeños, mucho calor, camas muy incómodas, más propias de un campamento juvenil y no para deportistas que tienen que descansar en condiciones.
Lo de la alimentación, es realmente otro capítulo de protestas continuas, poca carne mal condimentada, productos poco apetecibles para las dietas de unos deportistas que tienen que realizar esfuerzos.
Es el gran fracaso de lo “woke” de una sociedad, dirigida por personajes incapaces de asegurar un futuro mejor y empeñados en dirigir a la sociedad a un “sin sentido”.
En definitiva, después de la penosa inauguración, en la que se faltó al respeto de millones de cristianos, nos encontramos con un desastre organizativo más propio de un país en plena crisis de identidad y valores.