Hay que reconocer, que la izquierda de nuestro país es experta a manipular el significado y el sentido de las palabras.
Un ejemplo claro es la continua utilización del calificativo de ultraderecha o incluso en algunos casos de “fascista” de todo aquello que no sea coincidente con sus intereses políticos estratégicos.
Por poner un ejemplo: Si se defiende a la familia como núcleo fundamental de la sociedad, se corre el riesgo de ser considerado de ultraderecha.
Si se está en desacuerdo con la Agenda 20-30,se le puede considerar de ultraderecha.
Si se muestra incredulidad, sobre cualquier ley que promulga el Gobierno, se le puede considerar de ultraderecha.
Si se defiende la independencia del poder judicial, como algo fundamental, se le puede considerar de ultraderecha.
Si se atreve a discutir el alcance de algunas de las llamadas leyes de genero, se le puede considerar de ultraderecha.
Si se considera que la unidad de España, esta amenazada, se le pude considerar de ultraderecha.
Podíamos seguir con muchos más ejemplos, que demuestran como la manipulación del significado de las palabras, es un aspecto clave de la lucha ideológica para imponer un relato falso.
Lo peor de todo, es que una parte de la llamada derecha y muchos medios de comunicación afines, aceptan normalmente este relato exagerado y falso, lo que demuestra su vacío ideológico y de valores. Un desastre.