El mal existe y es muy dañino y sibilino. El mal existe. aunque una parte importante de la sociedad no lo reconozca o quiera obviarlo.
El bien, que evidentemente es contrario el mal, mantiene una lucha permanente contra el imperio del mal que acecha y destroza.
El mal, se presenta sin embargo, de forma encubierta y engañosa, como si fuera un gran pastel, algo apetitoso, aunque acabe siendo muy dañino y venenoso.
El mayor riesgo que tiene la sociedad actual, es no ser consciente de la existencia del hecho maligno, por lo que se hace más difícil combatirle.
El mal, se cuela en la familia, en la empresa, en las instituciones políticas y también en la propia Iglesia como los diferentes Pontífices han advertido.
Una de los grandes expresiones del mal en esta sociedad que nos ha tocado vivir, es la mentira y el relativismo.
Se miente de manera continua, incluso sobre asuntos muy importantes para la propia convivencia humana, el ejemplo más claro lo tenemos en la vida política, donde la mentira se ha convertido en algo habitual que hasta la propia sociedad no condena, lo que nos llevará a la desestructuración social, a una especie de “locura” colectiva.
El relativismo, la aplicación de normas y maneras a conveniencia, sin tener una medida justa que se aplique siempre, es otro desastre social que destroza nuestras vidas.
El mal, hay que combatirlo con el bien, poniendo en práctica los
mejores sentimientos de ser humano: la solidaridad, el perdón, la justicia, la caridad, la amistad; en definitiva el amor al prójimo.
En nuestro trabajo, en nuestras familias, en la política, en cualquier acción donde este el ser humano se encuentre, debemos hacer el bien.
Es verdad, que todos somos víctimas del pecado estructural, el pecado que es de todos y no es de nadie, es el pecado de una sociedad injusta, mentirosa, egoísta y de la que todos somos en mayor o menos medida víctimas aunque muchas veces tampoco seamos conscientes.