“NI UN EURO MÁS PARA LA GUERRA DE UCRANIA”

Ni un euro más, ni un dólar más, de los países occidentales para la guerra, deben de parar inmediatamente la guerra de Ucrania y dedicar todos los esfuerzos económicos y logísticos a salvar a la población civil de Turquía y Siria, gravemente afectada por un gravísimo terremoto, con continuas replicas, que ha causado miles de muertos, se calcula que pueden llegar a la cifra de veinte mil fallecidos, miles de heridos y desplazados.

En esta situación es oprobioso e incalificable, que los países occidentales, sigan enviando material bélico a Ucrania, es un insulto a la sociedad y una muestra de falta de vergüenza y creo que un delito contra la humanidad.

Hay que sentarse a negociar con Rusia, buscar un armisticio urgente y prolongado que sea la antesala de un acuerdo estable.

Si a los dirigentes europeos, les queda un mínimo de vergüenza deben de anunciar tras presionar a Ucrania, un alto el fuego unilateral, no hacerlo dejaría bien a las claras la falta de ética y moral de nuestro dirigentes y habría que pedirles cuenta a todos ellos.

Las calles de las ciudades de Europa, debieran plagarse de manifestantes, pidiendo que se pare al guerra y que se ayude con todos los medios posibles a los millones de afectados en Turquía y Siria, no hacerlo, seria un síntoma claro de la que la sociedad europea esta éticamente y moralmente muerta.    

MIEDO A LA SOCIEDAD CIVIL

Pocas cosas ponen más nerviosos a los políticos en general, que la sociedad civil, opine, defienda intereses de todos, sea crítica y adulta. Les pone muy nerviosos, porque se les ve la “cuadernas” de sus carencias y de su intereses particulares o de partido.

Exactamente, es lo que está ocurriendo, con la gran mayoría de los medios de comunicación con la idea de que el profesor Ramón Tamames, prestigioso economista, autor de muchas publicaciones, comunista en una parte de su trayectoria política, defienda una moción de censura ante Pedro Sánchez.

La derecha mediática, al igual que a la izquierda se la ha visto mucho sus intenciones: “que si es muy mayor”, “que las mociones se presentan para ganarlas”, en fin, se han puesto de los nervios las terminales mediáticas.

¿Cómo va a ser, que alguien que no es político profesional discuta ante Pedro Sánchez los graves problemas de España?.

¿Que gran pecado, pueden cometer presentando a D. Ramón Tamames?.

Los argumentos son peregrinos, y sin peso, por esa regla de tres, la oposición nunca presentaría en el Congreso ley ni resolución alguna, dado que siempre está en minoría y nunca conseguiría sus objetivos.

Es necesario, que alguien diga lo que quiere decir una parte de la sociedad civil, que la oposición no dice, por estrategia quiero pensar, otra cosa sería muy grave.

Por lo tanto, me parece fenomenal y necesario que alguien ajeno a la “casta” política oficial, diga cosas distintas, porque empezamos a desconfiar de todos y eso si que es grave para el sistema.

TAMBIÉN NOS HAN MENTIDO SOBRE UCRANIA

Reproducimos el articulo publicado en su BLOG por D. Fernando del Pino Calvo-Sotelo, un análisis detenido sobre la guerra de Ucrania.    

 

 

 

 

Fernando del Pino Calvo-Sotelo

2 de febrero de 2023

El covid, el cambio climático y la guerra de Ucrania tienen dos cosas en común. Primero, que nuestros políticos defienden intereses extranjeros o supranacionales en perjuicio de los intereses de sus propios ciudadanos. Segundo, que los bien pagados medios de comunicación emprenden agresivas campañas de propaganda basadas en enormes mentiras hasta lograr que el test de virtud del buen ciudadano sea manifestar entre aspavientos una adhesión total a la consigna o un odio absoluto hacia el “enemigo” señalado.

Así, tras dos años de mentiras covid, los medios están ahora empeñados en mentir sobre la guerra de Ucrania para dar la sensación de que la victoria ucraniana está a la vuelta de la esquina. Ya en marzo del año pasado, y en un alarde de rigor, muchos de ellos (incluyendo el pretencioso Financial Times) afirmaban citando acríticamente “fuentes oficiales occidentales” que Rusia estaba quedándose sin misiles de precisión[1]: desde entonces Rusia ha lanzado cerca de 4.500. También el New York Times afirmó hace pocas semanas, citando “fuentes oficiales” (¿Mortadelo y Filemón?), que las cartas bomba enviadas al Palacio de la Moncloa y a la Embajada de Ucrania en Madrid eran obra de agentes rusos. Tras hacerse eco de ello muchos medios españoles, hemos sabido que en realidad habían sido enviadas por un jubilado de 74 años de Miranda de Ebro que actuó solo.

Los medios también dijeron que Putin tenía cáncer y Párkinson, que estaba lunático por el aislamiento covid y a punto de utilizar armas químicas y nucleares. Lanzaron todas estas historias para luego abandonarlas sin más explicaciones, exactamente igual que hicieron con el covid cuando de la noche a la mañana dejaron de aterrorizar a la gente. Si Rusia gana claramente la guerra, como parece probable, ¿simplemente dejarán de hablar del tema?

La propaganda es útil para mantener la voluntad de lucha, que en el caso europeo consiste en que la ciudadanía apoye su suicidio económico decidido por ese Protectorado de EEUU llamado UE. Sin embargo, ni la propaganda ni las mentiras ganan guerras. ¿Cuál es la situación real en Ucrania?

La reciente decisión de enviar carros de combate occidentales ha sido tomada por políticos en contra del criterio de sus altos mandos militares. Al albur de los deseos de EEUU, el gobierno alemán ha cambiado de opinión por enésima vez y, en un nuevo giro de 180°, ha decidido enviar una compañía de Leopard (14 unidades) y permitir que otros países lo hagan con el objetivo de alcanzar dos batallones (unas 80 unidades). No deja de sorprender que Alemania, un país hoy controlado por EEUU, débil y sin ideas claras, se haya desacreditado hasta el extremo de aceptar la humillación de que sus amos anglosajones le saboteen un gaseoducto clave para su bienestar energético (un casus belli) sin decir ni mu.

Enviar carros de combate tan diferentes implica enormes retos de entrenamiento y mantenimiento. Además, los rusos también disponen de los mismos misiles antitanque que tanto daño les infligieron a ellos mismos al comienzo del conflicto, y desde el punto de vista militar, el envío de unas pocas decenas de tanques resulta irrelevante frente a una Rusia que puede disponer de 8.000 tanques operativos de distinto tonelaje[2].

Alemania dice que “los primeros” Leopard (¿3 o 4?) llegarán en dos o tres meses. Polonia enviará otros 14 y los británicos enviarán 14 Challenger. Otros países han dicho bla, bla, bla, pero probablemente ese cuentagotas de 40-45 tanques occidentales será todo lo que reciba Ucrania. En este sentido, confío en que España no materialice la estupidez de regalar carros de combate que no le sobran a un país que no es su aliado para agredir a otro que no es su enemigo. Antaño este razonamiento sería axiomático, pero la lógica y la razón ya no aplican, como muestra que Francia haya regalado a Ucrania un tercio de sus cañones obús y Estonia la totalidad de que disponía.

¿Y EEUU? ¿Acaso Biden no ha anunciado el envío de 31 Abrams? Las enormes reticencias del Pentágono (como de todos los estamentos militares occidentales, España incluida), las complicadas exigencias técnicas y logísticas de estos carros, que funcionan con turbina y consumen queroseno, y el artificioso horizonte temporal de ocho meses que los americanos han dado para su entrega, me hacen concluir que lo más probable es que ni un solo tanque americano llegue nunca a Ucrania, y que, por tanto, EEUU le haya hecho una nueva jugarreta a Alemania.

No olvidemos que los dos objetivos estratégicos de EEUU al provocar a Rusia era, por un lado, debilitarla con una guerra de desgaste, y por otro, destruir los lazos políticos y comerciales entre Europa y Rusia (Nordstream 2 incluido) en detrimento de los intereses económicos y geopolíticos europeos, en particular, alemanes. “Que se joda la UE”, dijo la actual vicesecretaria de Estado Nuland en 2014. Éste era un objetivo crucial.

Así, los Leopard que el poco inteligente gobierno alemán envía a la chatarra a Ucrania no servirán para nada salvo para deteriorar aún más las relaciones a largo plazo con Rusia y facilitarle una valiosa imagen propagandística: por primera vez desde la invasión nazi de 1941, tanques alemanes matarán soldados rusos sin que Rusia haya agredido en ningún momento a Alemania. Bravo.

Pero retrocedamos un momento. Si los ucranianos van ganando, ¿por qué están tan desesperados por recibir tanques? La respuesta es que la realidad en Ucrania es menos halagüeña de lo que nos cuentan.

Desde el comienzo de la guerra, los publicistas que componen el gobierno del actor Zelensky han sabido crear un personaje icónico de barba cuidadosamente descuidada, ceño permanentemente fruncido y camiseta verde caqui, pero han demostrado ser muy poco fiables como fuentes de información para conocer lo que ocurre sobre el terreno.

Primero fueron las puestas en escena para denunciar supuestas masacres o los inexistentes bombardeos indiscriminados sobre población civil (cuya falsedad podía comprobarse en tiempo real en las webcams ucranianas). Sin embargo, lo que ha marcado un antes y un después en la pérdida de credibilidad del gobierno ucraniano ha sido su intento de culpar a Rusia de los restos de misil que cayeron sobre Polonia matando a dos personas. Para enfado de los países occidentales, Zelensky mintió descaradamente con el objetivo de intentar arrastrar a la OTAN a una Tercera Guerra Mundial[3].

Los mejores analistas independientes del conflicto dibujan un escenario bélico opuesto al que retratan de forma tan voluntarista los medios occidentales. De hecho, para aquellos que quieran seguir consumiendo prensa, la forma más rápida de comprender lo que ocurre en esta guerra es sustituir la palabra Rusia por Ucrania y viceversa. Así, si leen que los rusos están desmoralizados, sin armamento ni munición, entiendan que se refiere en realidad a los ucranianos, y si leen que en seis meses Ucrania retomará Crimea (como hace la prensa inglesa[4]), interpreten que quizá dentro de seis meses las tropas rusas estén en Kiev u Odessa.

Lo más probable, insisto, es que, tras la mini contraofensiva ucraniana del otoño, que permitió a Ucrania obtener una pírrica victoria propagandística a costa de sufrir gran número de bajas, el bando ruso aprovechará su clara superioridad para recuperar la iniciativa en una ofensiva que traspasará las principales líneas de defensa ucranianas.

Rusia está interesada en diezmar sistemáticamente lo que queda del ejército ucraniano antes de avanzar, pues gato escaldado del agua fría huye y, tras su error estratégico inicial, los rusos avanzarán de forma metódica evitando exponerse con golpes de audacia.

Tras el espejismo provocado por la heroica resistencia ucraniana y la ingente ayuda americana (ya prácticamente agotada), los medios parecen haber olvidado que Rusia sigue siendo la segunda potencia militar del mundo, con unas reservas inmensas, superioridad aérea, terrestre y electrónica y, sobre todo, con una artillería que machaca las posiciones ucranianas con una cadencia de fuego varias veces superior a la ucraniana. La reciente toma de Soledar (que Ucrania tardó dos semanas en reconocer) y la inminente caída de Bakhmut, donde Ucrania ha concentrado muchas tropas, pueden suponer un punto de inflexión.

El glacial Putin no repetirá lo que él considera su error inicial, esto es, actuar con contención ante un país eslavo “hermano” para facilitar las posteriores negociaciones. Dado que la propia Merkel ha reconocido que los incumplidos Acuerdos de Minsk (firmados entre Rusia y Ucrania en 2014 con el beneplácito de Francia y Alemania) fueron sólo una treta occidental para ganar tiempo, creo que en esta ocasión Rusia llegará hasta donde tenga que llegar para poder imponer unas condiciones que le garanticen una seguridad duradera al otro lado de su frontera de modo más fiable que la frágil palabra de los políticos occidentales. En ese momento no será Zelensky quien negocie en nombre de Ucrania sino otro gobierno diferente, quizá compuesto por algún militar escandalizado ante la innecesaria destrucción de su país.

Llegado el cambio de marea, posiblemente los americanos estén deseando cortar amarras antes de que el barco se hunda. Sin duda, lo que más les convendría para salvar la cara sería un golpe de Estado en Ucrania con un nuevo gobierno “ilegítimo”, no reconocido internacionalmente, que negociara un alto al fuego. Así justificaría mantener sine die las sanciones contra Rusia y la OTAN no quedaría de perdedora.

Pero en ausencia de este escenario, EEUU puede considerar que una victoria rusa (en mi opinión, inevitable) es una amenaza existencial para su hegemonía, en cuyo caso podría acometer una huida hacia adelante entregando, por ejemplo, armas de mayor alcance que atacaran objetivos en territorio ruso.

Se han cruzado muchos límites y los odios alimentados por el espanto de la guerra perdurarán. Lo que quede de Ucrania no olvidará la agresión rusa y Rusia no olvidará que Occidente envió armas para matar soldados rusos, pero no aceptará que los ataquen en su propio territorio, una línea de no retorno a la que puede arrastrarnos el belicismo del imperio anglosajón y el servilismo de una Europa a punto de diluirse en la nada.

Con el paso del tiempo va quedando meridianamente claro que esta guerra fue siempre un pulso de poder entre EEUU y Rusia en la que los muertos los ponía el pueblo ucraniano – entregado a un sacrificio estéril por sus propios gobernantes y por EEUU – y el suicidio económico y geopolítico lo ponía Europa, inmolada por su “élite” política.

Antes de la guerra, Ucrania era un Estado fallido, denunciado por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU por “restringir libertades fundamentales[5]”, paupérrimo y enormemente corrupto que se desangraba por la diáspora porque los ucranianos no querían vivir en su propio país. De hecho, desde el 2001 no se había realizado ningún censo. ¿De verdad se creen el cuento de que ahora es una democracia ideal luchando por la libertad? ¿Qué hacía la OTAN entrenando, armando y alentando al ejército ucraniano para atacar a Rusia en Crimea? ¿Qué hace la OTAN defendiendo de esta manera a un país no miembro? ¿Qué hace atacando indirectamente a un país que no ha agredido a ningún país miembro?

El resto del mundo que no es Occidente tiene claro que esta guerra era perfectamente evitable y que su génesis ha sido la constante provocación a Rusia por parte de la OTAN y los EEUU. Para alargar la guerra hicieron descarrilar las conversaciones de paz de marzo de 2022 cuando apenas había muertos y las condiciones exigidas podían ser aceptables. Un año más tarde, un 20% del territorio ucraniano ha sido anexionado a Rusia y han muerto decenas de miles de ucranianos[6]. ¿Para conseguir exactamente qué?

De los dos objetivos estratégicos que EEUU tenía en este conflicto, sólo logrará uno, esto es, el debilitamiento estructural de Alemania y Europa y la ruptura diplomática y comercial de Eurasia gracias a la complicidad de la penosa clase política europea.

El otro objetivo – debilitar a Rusia – será fallido. Las sanciones económicas han fracasado, el autócrata Putin ha reforzado su férreo liderazgo y Rusia terminará abrazada a Oriente y fortalecida, siendo el único ejército con experiencia de combate indirecto contra otra gran potencia y habiendo demostrado que el mundo ya no secunda a Occidente (como muestran las votaciones en la ONU sobre el conflicto o la negativa a imponer sanciones a Rusia de la mayor parte del planeta) y que EEUU quizá sea un gigante con pies de barro.

La verdad estaba del lado de EEUU en la Guerra Fría que afortunadamente ganó contra la tiranía comunista soviética, hoy extinta (¡Rusia no es la URSS!), pero desde el punto de vista militar no hay que olvidar que, desde 1945, EEUU ha luchado fundamentalmente contra desharrapados carentes de tecnología o armamento moderno. A pesar de ello, empató en Corea, perdió en Vietnam, Somalia, Afganistán y Siria y, tras 20 años, nada perdurable dejó en Irak, a la que atacó basándose en mentiras “oficiales” (las armas de destrucción masiva).

Los hechos apuntan a que en esta ocasión, en Ucrania (como en Irak) la verdad no está del lado de los EEUU, pero por encima del enfrentamiento bélico o geopolítico, lo que refleja este conflicto es, en palabras del historiador francés Emmanuel Todd, que “Occidente ha perdido sus valores y están entrando en una espiral de autodestrucción”. Así es.

NEWS WEEK, LA PRESTIGIOSA REVISTA NORTEAMERICANA, PUBLICA UN ARTICULO RECONOCIENDO LOS ERRORES EN LA GESTIÓN DEL COVID

 

KEVIN BASS , ESTUDIANTE DE MS MD/PHD, FACULTAD DE MEDICINA

La segunda revista de mayor tirada en Estados Unidos, NEWS WEEk, con amplio prestigiuo internacional, ha publicado este árticulo en el quye se reconocela necesidad de que la comunidad cientifica reconozca que se equivoco sobre el COVID y que ello costó vidas humanas.

el articulo ha sido escrito por el estudiante de medicina Kevin Bass.

por su interés lo reproducimos.

 

Como estudiante de medicina e investigadora, apoyé incondicionalmente los esfuerzos de las autoridades de salud pública en lo que respecta al COVID-19. Creí que las autoridades respondieron a la mayor crisis de salud pública de nuestras vidas con compasión, diligencia y experiencia científica. Estuve con ellos cuando pidieron confinamientos, vacunas y refuerzos.

Me equivoqué. Nosotros en la comunidad científica estábamos equivocados. Y costó vidas.

Puedo ver ahora que la comunidad científica, desde los CDC hasta la OMS , la FDA y sus representantes, exageraron repetidamente la evidencia y engañaron al público sobre sus propios puntos de vista y políticas, incluso sobre la inmunidad natural frente a la artificial , el cierre de escuelas y la transmisión de enfermedades. propagación de aerosoles , mandatos de mascarillas y eficacia y seguridad de las vacunas , especialmente entre los jóvenes. Todos estos fueron errores científicos en ese momento , no en retrospectiva. Sorprendentemente, algunas de estas ofuscaciones continúan hasta el día de hoy.

Pero quizás más importante que cualquier error individual fue cuán intrínsecamente defectuoso fue y sigue siendo el enfoque general de la comunidad científica. Tenía una falla que socavaba su eficacia y resultó en miles, si no millones, de muertes prevenibles.

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Lo que no apreciamos adecuadamente es que las preferencias determinan cómo se usa la experiencia científica, y que nuestras preferencias podrían ser, de hecho, nuestras preferencias eran , muy diferentes de muchas de las personas a las que servimos. Creamos una política basada en nuestras preferencias y luego la justificamos usando datos. Y luego retratamos a aquellos que se oponen a nuestros esfuerzos como equivocados, ignorantes, egoístas y malvados.

Hicimos de la ciencia un deporte de equipo y, al hacerlo, dejamos de ser ciencia. Se convirtió en nosotros contra ellos, y “ellos” respondieron de la única forma en que cualquiera podría esperar que lo hicieran: resistiéndose.

Una alumna ajusta su mascarilla en la Escuela Católica St. Joseph en La Puente, California, el 16 de noviembre de 2020, donde los alumnos de prejardín de infantes a segundo grado que necesitan servicios especiales regresaron hoy al aula para recibir instrucción en persona. – El campus es la segunda escuela católica en el condado de Los Ángeles en recibir una aprobación de exención para reabrir a medida que avanza la pandemia de coronavirus. Estados Unidos superó los 11 millones de casos de coronavirus el domingo, agregando un millón de casos nuevos en menos de una semana, según un recuento de la Universidad Johns Hopkins.FRÉDÉRIC J. BROWN / AFP

Excluimos partes importantes de la población del desarrollo de políticas y castigamos a los críticos, lo que significó que desplegamos una respuesta monolítica en una nación excepcionalmente diversa, forjamos una sociedad más fracturada que nunca y exacerbamos las disparidades económicas y de salud de larga data.

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Nuestra respuesta emocional y partidismo arraigado nos impidieron ver el impacto total de nuestras acciones en las personas a las que se supone que debemos servir. Minimizamos sistemáticamente las desventajas de las intervenciones que impusimos, impuestas sin el aporte, el consentimiento y el reconocimiento de quienes se vieron obligados a vivir con ellas. Al hacerlo, violamos la autonomía de quienes se verían más afectados negativamente por nuestras políticas: los pobres, la clase trabajadora, los propietarios de pequeñas empresas, los negros y latinos y los niños. Estas poblaciones fueron pasadas por alto porque se hicieron invisibles para nosotros por su exclusión sistemática de la maquinaria mediática dominante y corporativizada que presumía omnisciencia.

La mayoría de nosotros no hablamos en apoyo de puntos de vista alternativos, y muchos de nosotros tratamos de suprimirlos. Cuando fuertes voces científicas como los profesores de Stanford de renombre mundial John Ioannidis, Jay Bhattacharya y Scott Atlas , o los profesores de la Universidad de California en San Francisco Vinay Prasad y Monica Gandhi, hicieron sonar la alarma en nombre de las comunidades vulnerables, se enfrentaron a una severa censura por parte de multitudes implacables de críticos y detractores en la comunidad científica, a menudo no sobre la base de los hechos, sino únicamente sobre la base de las diferencias en la opinión científica.

Verificación de datos: ¿El video de Project Veritas muestra que Pfizer está mutando el COVID?

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Cuando el expresidente Trump señaló las desventajas de la intervención, fue tachado públicamente de bufón. Y cuando el Dr. Antony Fauci se opuso a Trump y se convirtió en el héroe de la comunidad de salud pública, le brindamos nuestro apoyo para que hiciera y dijera lo que quisiera, incluso cuando estaba equivocado.

Trump no era ni remotamente perfecto, ni tampoco lo eran los críticos académicos de la política de consenso. Pero el desprecio que les pusimos fue un desastre para la confianza pública en la respuesta a la pandemia. Nuestro enfoque alienó a grandes segmentos de la población de lo que debería haber sido un proyecto colaborativo nacional.

Y pagamos el precio. La ira de los marginados por la clase experta explotó y dominó las redes sociales. Al carecer del léxico científico para expresar su desacuerdo, muchos disidentes recurrieron a las teorías de la conspiración y a una industria artesanal de contorsionistas científicos para presentar su caso contra el consenso de la clase experta que dominó la corriente principal de la pandemia. Etiquetando este discurso como “desinformación” y atribuyéndolo al “analfabetismo científico” y la “ignorancia”, el gobierno conspiró con Big Tech para reprimirlo agresivamente, borrando las preocupaciones políticas válidas de los opositores del gobierno.

Y esto a pesar del hecho de que la política de pandemia fue creada por una delgada franja de la sociedad estadounidense que se ungió a sí misma para presidir a la clase trabajadora: miembros de la academia, el gobierno, la medicina, el periodismo, la tecnología y la salud pública, que tienen un alto nivel de educación y privilegiado. Desde la comodidad de su privilegio, esta élite valora el paternalismo, a diferencia de los estadounidenses promedio que elogian la autosuficiencia y cuyas vidas cotidianas exigen rutinariamente que tengan en cuenta el riesgo. Que muchos de nuestros líderes se hayan negado a considerar la experiencia vivida de aquellos a través de la división de clases es inconcebible.

Incomprensible para nosotros debido a esta división de clases, juzgamos severamente a los críticos del encierro como flojos, retrógrados e incluso malvados. Desestimamos como “estafadores” a quienes representaban sus intereses. Creíamos que la “desinformación” energizaba a los ignorantes y nos negábamos a aceptar que esas personas simplemente tenían un punto de vista diferente y válido .

Elaboramos políticas para las personas sin consultarlas. Si nuestros funcionarios de salud pública hubieran actuado con menos arrogancia, el curso de la pandemia en los Estados Unidos podría haber tenido un resultado muy diferente, con muchas menos vidas perdidas.

En cambio, hemos sido testigos de una pérdida masiva y continua de vidas en Estados Unidos debido a la desconfianza en las vacunas y el sistema de salud ; una concentración masiva de riqueza por parte de élites ya ricas ; un aumento en los suicidios y la violencia armada, especialmente entre los pobres ; una casi duplicación de la tasa de depresión y trastornos de ansiedad, especialmente entre los jóvenes ; una pérdida catastrófica de logros educativos entre los niños ya desfavorecidos ; y entre los más vulnerables, una pérdida masiva de confianza en la atención médica , la ciencia, las autoridades científicas y los líderes políticos en general.

COVID: China difundió un “experimento como ninguno de nosotros ha visto”

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Mi motivación para escribir esto es simple: para mí está claro que para restaurar la confianza pública en la ciencia, los científicos deben discutir públicamente qué salió bien y qué salió mal durante la pandemia, y dónde podríamos haberlo hecho mejor.

Está bien equivocarse y admitir dónde se equivocó y qué aprendió. Esa es una parte central de la forma en que funciona la ciencia. Sin embargo, me temo que muchos están demasiado arraigados en el pensamiento grupal, y tienen demasiado miedo de asumir públicamente la responsabilidad, para hacer esto.

Resolver estos problemas a largo plazo requiere un mayor compromiso con el pluralismo y la tolerancia en nuestras instituciones, incluida la inclusión de voces críticas aunque impopulares.

El elitismo intelectual, el credencialismo y el clasismo deben terminar. Restaurar la confianza en la salud pública y en nuestra democracia depende de ello.

Kevin Bass es un estudiante de MD/PhD en una escuela de medicina en Texas. Él está en su 7mo año.

Las opiniones expresadas en este artículo son del autor.

 

¿SANGRE DE HORCHATA O REALIDAD PARALELA?

Dicho con el máximo respeto a sus personas, me tengo que preguntar, si en general, nuestros dirigentes políticos, me refiero a los de Cantabria, tienen la sangre de horchata o viven en una realidad paralela.

Cuando el presidente de la Confederación de Organizaciones Empresariales de Castilla y León, Santiago Aparicio, insistió en el acto de reivindicación del Corredor del Atlántico, en la importancia de conseguir una conexión directa con el Mediterráneo, para fomentar un enlace logístico de importancia, impulsando el trazado Sagunto- Burgos del Santander-Mediterráneo y su continuidad con Santander, debiera de haber faltado tiempo a los políticos de Cantabria, a la CEOE a la Cámara de Comercio, de saltar de su letargo casi permanente y pedir una reunión con la CEOE de Castilla y León y presentarse ante el Gobierno de la Nación.

El enlace con el Mediterráneo, que permite en definitiva a través del trazado un enlace fácil con Zaragoza as través de Calatayud , transformaría la realidad de Cantabria, de su puerto, de su futuro.

Por ello, sólo desde la desidia, la falta de ilusión, el calculo político para no incordiar a la autoridades del País Vasco, auténticos competidores de nuestras ilusiones de décadas, se puede entender el silencio de nuestras autoridades.

El abandono de los grandes proyectos, la falta de conocimiento o dejadez de aumentar nuestros potenciales mercados logísticos es un escandalo más, de nuestra vida política y social, donde no se atisba una solución a medio y corto plazo.

Desde luego, quiero felicitar a Santiago Aparicio, Presidente de la CEOE de Castilla y León, si fuera gobernante de Cantabria, inmediatamente me pondría a trabajar.

Mientras Cantabria, sigue en su sueño permanente.