La visita del Ministro de Fomento a nuestra Comunidad, tiene muchas similitudes con la inolvidable película “Bienvenido Mr. Marshall” de Luis García Berlanga y con la maravillosa interpretación, de entre otros, de los inolvidables Pepe Isbert, Lolita Sevilla y Manolo Morán.
Al recibimiento del señor Ministro de Fomento, sólo le falto un escuadrón de bienvenida con banda y bandera para que pasará revista a la tropa.
Me parece muy bien, ideal, que nuestro Gobierno de Cantabria sea educado y reciba así a un Ministro, pero sinceramente, la visita de ayer, dejó una sensación de entreguismo y resignación bastante lamentable, por lo menos la sensación fue esa.
Ya sabemos que para la clase política en general, las promesas son para no cumplirse y el asunto de La Pasiega, es decir en enlace ferroviario que da sentido a la obra parece seguir en el aire, vamos, de lo dicho nada, primero hay que demostrar que hay demanda por parte de operadores logísticos.
Es decir, como se diría en italiano: “parole, parole, parole”.
Llegó el señor Ministro a inaugurar una obra, cuyos expedientes se iniciaron hace veinte años y que realmente impulso el Ministro de Fomento, Iñigo de la Serna, es verdad, una obra muy importante para nuestro puerto y su magnifico futuro en Raos 9.
Del tercer carril a Torrelavega, se nos anunció su inmediato inicio de obras, otro proyecto de más de una década y que parece por fin se ejecuta y nos prometió que las obras del AVE a Reinosa se aceleran y que hasta Aguilar de Campoo, pueden adelantarse incluso, ver para creer, pues sin presupuestos y viendo como estarán las arcas públicas a medio plazo, da la impresión que es otro oferta política más para salir del paso.
Dicen las crónicas, que el señor Ministro, sólo contestó a tres preguntas de los informadores, ya ven, todo muy democrático y transparente.
La falta de respeto de la clase política a los ciudadanos, es ya clamorosa y nos toman como ovejas en un cobertizo; cuando nos debieran de respetar, porque aunque no quieran reconocerlo, no dejan de ser nuestros empleados.
De la buena educación, al servilismo, hay un paso y parece que aquí se ha dado; a no ser que se ponga en práctica la máxima de que “entre bomberos no hay que pisarse la manguera”, que también puede ser.