Es cada vez más evidente, que la negación de la existencia del mal y del bien y la mentira, y su utilización como moneda de cambio habitual, tiene gravísimas consecuencias para la sociedad en su conjunto.
Una gran parte, de los problemas sociales y políticos que tenemos en el actualidad, derivan de la pérdida del sentido del bien y del mal, por grandes capas de la población, sobre todo, por una parte de la clase dirigente política, que lejos de dar ejemplo, utiliza la mentira como método habitual y se olvida del bien común, del servicio público generoso, para abrazar otros intereses de grupo o particulares; algunos letales para la propia sociedad.
Es decir, la crisis política y social, nace del mal; del egoísmo y por supuesto de la mentira aderezada con intereses espurios.
Es prácticamente imposible, con las premisas anteriores, concitar una convivencia sana, unas relaciones sociales pacificas y un autentico desarrollo social y económico.
Cuando la mentira inunda todo, es imposible desarrollar unas relaciones sanas y fructíferas en cualquier ámbito y por supuesto impide cualquier debate, cuando se niega hasta lo evidente, tratando de convencer hasta de cuestiones o cosas absurdas, lo que casi produce una especie de enloquecimiento social, haciendo poco menos que imposible el diálogo siempre tan necesario.