LOS IMPUESTOS

Hemos entrado en campaña electoral y por lo tanto los políticos entran en “ebullición” con sus propuestas, la mayoría, pensadas en el último momento y que luego en gran parte no se cumplirán, porque los ciudadanos o pasamos del asunto, o no pedimos cuenta de ello como sería debido.

Ahora, la batalla está sobre los impuestos. Yo la llamaría más, la campaña que oculta el control de nuestras libertades.

Parto de la base y convicción de la necesidad de los impuestos, para mantener los servicios públicos, la educación y otros muchos asuntos y también de la necesidad de que los impuestos sean progresivos, que pague más el que más tiene.

Pero todo debe de ser dentro de unos límites de prudencia y sentido común y de un control, de cómo se gasta el dinero de todos.

A más impuestos, menos libertades, debido a que si los ciudadanos tenemos que dedicar como dedicamos seis meses de cada año a pagar impuestos, nuestra renta disponible es mínima y por consiguiente nuestra libertad y nuestra capacidad de decir sobre nuestro dinero.

Es decir, claramente los impuestos excesivos y sobre todo el gasto innecesario, afecta indirectamente a nuestras libertades.

Un ser humano, sin dinero que gastar es muy fácil de controlar por parte de unos Estados cada vez más voraces.

La Sagrada Escritura, nos habla del diezmo, pero es que ahora, estamos ya casi en la mitad de nuestras rentas disponibles, mientras vemos como se “regala” el dinero de todos para hacer políticas innecesarias e incluso perniciosas o para favorecer a grupos de interés.    

Es decir, cada vez las clases medias y trabajadoras son más pobres y sin embargo, grandes élites con capacidad de mover su dinero a diferentes “paraísos fiscales”, tienen más.

Por lo tanto los impuestos deben de ser razonables y razonados, para ello se debe mejorar la gestión pública, con una mayor control y racionalidad y gastar con mesura lo que es de todos y no ir por la Quinta Avenue, “regalando dinero” a organizaciones inservibles y ricas por intereses propios.

Nos esperan unos meses por parte de los diferentes partidos, en los que las ocurrencias serán diarias, en una muestra más de que no nos respetan y que viven en una realidad paralela.

España, dicen algunos economistas, podría ahorrar unos sesenta mil millones de euros al año de gasto con mejoras en el control del gasto y suprimiendo todo aquello que suponga un gasto superfluo, pero nuestros dirigentes, sean del partido que sean, prefieren repartir pequeñas limosnas como si fueran caramelos para hacer pensar que miran por nuestro bien. Lo malo es que muchos se lo creen.